lunes, 19 de septiembre de 2011

Memeces de una cabeza aturdida

Era una de esas sensaciones amargas, de esos sentimientos que guardabas muy dentro de ti. No quieres dejarlo salir hasta que simplemente un día decide explotar y escapar. Sí, aquello era lo que había pasado. Ya no se podía contener, la fuerza era muy grande, el peso...terrible. Lo dides y parece que todo ha pasado, que el tormento se ha adelgazado. Pobre idiota. Ahora te duele el cuello, notas cargada la espalda y tus maltrechas piernas se tambalean.
Lo sigues dejando pasar aunque en el fondo sabes que es inútil y que ese monstruo que habita bajo tu cama volverá a molestarte otra vez.
Demasiado para 19 años de pura ignorancia. Todo pasa tan deprisa que no te da tiempo a digerirlo. Cada bocanda de aire recuerda a una pequeña daga en la boca del estómago. Todo pierde el sentido, todo deja de ir por el camino planeado, ese camino que algún día te permitiría decir: Soy Feliz. No, esas dos palabras no están hechas para mí. Se podría decir que me gusta ser considerado una víctima de los experimentos de lo que sea que rige el mundo y sus leyes, pero sería falso. No creo que lo sea, simplemente te sientes abatido, te sientes si fuerzas para continuar con el plan previsto porque tantas flechas acaban por derrumbar hasta a el mejor de los guerreros.
Dicen que todo momento malo va entre dos momentos buenos pero eso es consuelo de salón de peluquería, porque a veces el momento malo gana en intensidad, en duración a todo eso digno de ser considerado bueno.
Te sientes atacado, incomprendido, que todo lo que haces es juzgado minuciosamente de tal forma que todo es erróneo. No se conforma con nada, quiere exprimirte hasta el último mililitro de sangre. La culpa recae una y otra vez sobre una espalda cansada. En otros tiempos gritar era la solución, ahora sólo es una forma de perder un poco más esas fuerzas que te permiten seguir de pie.
Deluxe y su disco "Fin de un viaje infinito" giran sin parar, palabras amargas que asientan un poco el alma. Pero tarde o temprano la música se apaga y queda esa voz que es difícil de silenciar.
Sigue caminando.